l pasado 16 de agosto se jugó un amistoso de fútbol entre las selecciones de Uruguay y Egipto. Todo transcurría con la normalidad con que puede transcurrir un partido de fútbol, supongo, cuando de pronto tuvo lugar un incidente ...
El choque entre el capitán del equipo africano y el volante compatriota Giacomazzi, terminó con ambos tendidos por un instante en el campo de juego. De inmediato el egipcio se levantó y aproximó al uruguayo, tomándolo de la cara y dirigiendo sus labios hacia los del actual mediocampista del Lecce de Italia. Giacomazzi rechazó ostensiblemente el gesto del rival, ante la sorpresa del egipcio que parecía no encontrar nada raro en su efusividad. El hecho no pasó inadvertido a relatores y comentaristas en Uruguay. Alvaro González Márquez, de El Espectador, dijo que el egipcio tuvo "intenciones poco claras" y toda la plantilla comentó divertidamente al aire lo ocurrido. Sonsol en Radio Sport, dijo que Hassan "le quiso hacer un mimo, pero Giacomazzi puso gesto de "a mí solo me gustan las mujeres".
Jamás se debe confiar en un soldado que anda con el culo al aire y tiene una gallina pintada en su escudo.
A partir del episodio, La República publica una extensa pieza reflexiva titulada "Besos machos", analizando el fenómeno del beso entre hombres, la forma en que es visto por las diferentes culturas del mundo hoy, y cómo ha sido visto a través de los siglos. El único nombre que aparece como para poder adjudicarle la responsabilidad (En forma algo tangencial, la verdad sea dicha) por la nota es el de la psicóloga Carolina Villalba, conductora de "Por Arte de Sexo" en TV Libre, que si bien ofrece un puñado de datos interesantes, también cae en llamativos desaciertos. Por ejemplo, la licenciada dice que "Griegos y romanos aceptaron el beso entre hombres en las mejillas, como símbolo de respeto al poder". "Respeto al poder", sí... Los griegos y romanos lo que eran era hartos sodomitas, poder o no poder, vamos. Los griegos tenían un resort playero en el que, tras la fachada de un campo de entrenamiento militar, adultos beligerantes se dedicaban a satisfacer sus más bajos instintos en los tiernos efebos que tomaban como reclutas; y no hace falta recordar a aquél famoso emperador romano que proclamara: "¿Me estáis diciendo que sólo porque heces caigan de un orificio, dicho orificio no puede ser llamado -Y de hecho usado como una- 'vagina'?"
Como sea, la sesuda nota termina resultando en un cuadro históricopsicosocial que ilustra una esperanzada visión de un futuro en el que la hipocresía machista sería definitivamente derribada. No voy a discutir con esa visión, mis mejores deseos al respecto, pero lo que voy a decir es que se parte de una premisa equivocada para arribar a esa conclusión; y es que en este caso en particular, la cuestión es muchísimo más terrenal y sencilla: La diferencia fundamental entre "el capitán del equipo africano" y "el volante compatriota Giacomazzi" es que el hombre de las arenas es ligeramente más maduro que el uruguayo en cuanto a tener mucho más asumida su condición de homosexual, la cual es inherente al jugador (y al fanático) de fútbol.
En este preciso momento, al otro lado del monitor hay un futbolero tragando, a raíz de una súbita sobreexcitación de sus glándulas salivales.
Sí, te agarré in fraganti. Podés mentirle a la gente, pero no a vos mismo. Puto mal tapado.
El fútbol es un espectáculo que consiste en mirar fijamente las piernas musculosas y bañadas en sudor de 22 hombres en shorts a lo largo de 90 minutos (Minuto más, minuto menos). Punto. No se puede ser más claro. ¿O es que nadie se da cuenta del tono de las fotografías de publicaciones como, por ejemplo, El Gráfico? Eso es softporn gay. Asúmanlo de una buena vez. El fútbol es el concepto más homoerótico que se pueda imaginar, a este lado del plan de æclipse de ir al estreno de Piratas del Caribe 2: Más Piratas Que Nunca usando una musculosa con una foto de Johnny Depp dentro de un corazón; y dos hombres que se revuelcan por el piso y se besan en medio de un partido debería ser el evento más natural del mundo.
En definitiva, coincido con la colega: Basta de hipocresía
Etiquetas: deportes, Dr. M. Von Katze
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