l pasado martes 22 de agosto, los ministros Reinaldo Gargano (Relaciones Exteriores) y Danilo Astori (Economía y Finanzas) fueron interpelados por los senadores Jorge Larrañaga, Luis Alberto Heber, Francisco Gallinal y Sergio Abreu del Partido Nacional, con la finalidad de demostrar que en el gobierno "no hay rumbo sobre política comercial exterior", acaso relacionado con el dichoso tratado comercial con los EEUU que nunca se termina de empezar a decidir si es o no es un TLC (Por lo pronto, el honorable presidente de la República Tabaré Vázquez lo llama TLC y luego niega haberlo hecho en un lapso de 15 minutos dentro de un mismo discurso); ya ni hablemos de empezar a firmar nada.
La maratónica odisea parlamentaria comenzó apenas pasadas las 16 horas, y se extendió hasta cerca de las 3 de la mañana, demostrando una vez más que nuestros políticos sí que saben divertirse. Como era de esperar, de la interpelación en sí no resultó absolutamente nada de provecho.
Interpretación artística del proceso de interpelación parlamentaria en Uruguay, cortesía de PWoT
Al despuntar los primeros rayos de las 11:45 de la mañana, un lagañoso Von Katze tenía casi pronta una de sus profundas piezas informativas signada por un no por bufonesco menos reflexivo análisis de este episodio en particular y una retrospectiva histórica que acababa concluyendo que lo único que se obtenía de provecho de todas esas horas de sesión era la confirmación definitiva de que seguimos igual que siempre: Partido opositor interpela a ministros, ministros se presentan como el frente sólido y unido que jamás son en su trabajo diario, gobierno se retira con la convicción artificialmente soportada por retórica politiquera de haber demostrado que se están haciendo bien las cosas y no había motivo para la interpelación, interpeladores se retiran bufando entre dientes, contrariados por lo que consideran respuestas ambiguas y convenientemente evasivas y una sesión que en líneas generales fue una pérdida de tiempo, que bien pudo invertirse en regocijar la vista y el intelecto creativo mirando los capítulos grabados de Cosmo Urbano que La Hermandad de la Cafeína ofrece en su recientemente inaugurada sección downloads. Cambian los nombres de los actores representando cada uno de los papeles, nomás. Lo cual es bueno, porque habla de una conducta coherente en cuanto a identidad de nación, más allá de los roles, ¿no?
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¿Ah, no? Bueno...
Minutos antes de enviar a imprimir la nota, recibimos en nuestro cuartel general secreto (Que tan secreto se ve que no era, si al final se nos mete todo el mundo sin golpear siquiera) la visita sorpresa de nuestra kolega Daniela, afamada konduktora de Kursos para/lelos, que venía a tomarse uno de nuestros afamadísimos caféses, no tanto porque sean mucho más ricos que cualquier café recalentado de vecina, sino porque la gente suele caer en la trampa de creer que porque uno bautiza su organización utilizando la palabra "cafeína" debe ser alguna especie de autoridad en el campo, y le ofrecimos echar una mirada preliminar al texto. Su respuesta: Uno de esos bufidos de sorna que se hacen prácticamente imposibles de describir por escrito, y más imposible aún limpiar la lluvia de café que acabó impregnando la hoja, porque una cosa que se aprende cuando se es una autoridad de la cafeína es que no debe bufarse socarronamente cuando todavía se tiene café en la boca.
El bufido, en todo caso, no fue exactamente un acto de desprecio por el trabajo de Von Katze, sino una forma de minimizar el potencial impacto de la columna, en comparación con el material con que pretendía pagarnos por el café: La cobertura de la interpelación redactada por sus amigos de El Observador. Una obra de arte de esas tan obnubilantemente excelentes que uno no sabe por dónde empezar a tomarlas. Pero que hablen las armas ...
Parecía un partido de fútbol. El ambiente previo, la preparación de la "cancha" –esa sala vacía– , el suave ronroneo de las aspiradoras y la chirriante prueba de los micrófonos. En la entrada del público, una cola de gente esperaba, ante la mirada sorprendida de los transeúntes, la severa revisión policial que solo permite ingresar a las barras con billetes. El resto queda en un locker. Son dos equipos enfrentados, pero las hinchadas no están claramente delimitadas. Cerca de la hora de comienzo los taquígrafos hacen sonar sus dedos. Van a tener una agitada jornada.
Salen los equipos a la cancha, con sus escuderos. Jorge Larrañaga con un traje azul y corbata al tono, Reinaldo Gargano con un saco y un chaleco marrón, algo anticuado, y Danilo Astori con prolijo saco negro. Y comenzó el partido. La táctica ofensiva del miembro interpelante podría definirse como "de pelotazo", acosando a los dos ministros con una batería de 15 preguntas y con su conocido léxico telúrico, mientras la defensa del canciller, chamullada lejos del micrófono, mezcló el catenaccio italiano con ironías. Larrañaga escuchó el discurso de Gargano engullendo pastillas de menta, una tras otra, gesticulando y arreglándose la corbata ante las sucesivas fintas del ministro de Relaciones Exteriores. Astori hizo brillar su pelo plateado al compás de un juego ordenado, sereno y enumerado.
A PURA PLUMA. Antes de que comenzara la interpelación, en un carpetón blanco colocado sobre una de las bancas, se veían una serie de bocetos hechos a pluma, de trazo rápido pero que demostraban buena factura. Las figuras mostraban un rostro de frente, partido por una sombra, y una cabeza vista desde atrás, con pelo desordenado en la nuca. El sigiloso autor era Julio María Sanguinetti, dibujante autodidacta y amante de la pintura. Y el modelo no era otro que Eleuterio Fernández Huidobro, un tupamaro que en el Senado se sienta delante del ex presidente. ¿Será que Sanguinetti intenta emular a su admirado Pedro Figari, quien en sus épocas de abogado dibujaba las distintas caras de los protagonistas de sus casos?.
Interpretación artística del grácil y saludable cabello del ministro Astori. Nótese brillo.
No vamos a reproducir las fotos originales porque no estoy seguro de que no sea ligeramente ilegal, pero sí vamos a afirmar que vale la pena verlas, especialmente por los comentarios al pie, entre los que se lucen joyitas como: "Astori distendido se toma la interpelación con un cafecito caliente", o "Michelini y Ríos leyeron algo gracioso en el diccionario".
Cuando leo este tipo de cosas, honestamente me vienen ganas de retirarme del negocio, quitándome el sombrero en sentido gesto.
No se puede ser tan maestro, eso se llama competencia desleal
Etiquetas: æclipse µattaru, Dr. M. Von Katze, politica, prensa
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